(Una
versión de este texto fue publicada en El Mundo el 20/04/2014)
Dos
hermanos de origen español, que son socios y se dedican a la importación de
ropa en Venezuela han tenido que cerrar de manera temporal el negocio.
En su galpón
de Parque Central en Caracas no hay mercancías, y la provisión de camisas y
pantalones de su almacén se acabó a
finales de enero. Los dos meses de protestas y enfrentamientos en la calle
entre la policía y la oposición han paralizado la economía venezolana. Pero el
país caribeño afronta un problema estructural mucho más complejo: la escasez de
dólares y el desabastecimiento por las distorsiones domésticas.
El sector automotriz
es el mejor ejemplo. Ante la falta de componentes, Venezuela ensambló 1.721 unidades entre enero y febrero, frente a los
7.762 coches en el mismo periodo de 2013.
El control de divisas es un
mecanismo utilizado por economías cerradas y proteccionistas para limitar las
importaciones y evitar la salida de dólares. Venezuela implementó esta
medida en 2003, luego de un paro petrolero que vació las
reservas del Banco Central. Mientras que Argentina aprobó un
sistema similar en 2011, poco después de que Cristina Fernández de Kirchner
fuese elegida presidenta para un segundo mandato.
En mayor o menor medida, ambas economías muestran ahora los mismos signos
de enfriamiento. Los problemas para acceder a divisas extranjeras y el gasto
monetario han disparado la inflación (58% en Venezuela; 30% en Argentina). Y es
probable que ambos países entren en recesión en 2014, dejando atrás un ciclo de
crecimiento gracias al boom de sus principales productos de exportación; el
petróleo en Venezuela y la soja en Argentina.
Las estadísticas oficiales en Venezuela muestran
que en 2013 la oferta de dólares al sector privado sufrió una
merma de 25% y, fuentes empresariales aseguran que el Gobierno de
Nicolás Maduro suspendió la entrega de divisas desde el pasado mes de
noviembre.
La reservas del Banco Central
de Venezuela también han perdido terreno; desde los 29.750 millones de dólares
a principios de 2013 hasta los 20.700 millones en la actualidad por un reajuste
del sector externo. Lejos quedan esos años de bonanza petrolera entre 2006 y
2009, cuando el ex presidente Hugo Chávez se ufanaba de contar con 45.000
millones de dólares en reservas.
La esperanza para reactivar la
economía venezolana son las nuevos mecanismos de subastas de dólares: el
Sicad I, y el nuevo Sicad II. "Es un
sistema que intenta reflejar mejor la oferta y la demanda del mercado. Se ha
logrado bajar ligeramente la cotización del
bolívar en el mercado negro, aunque
parece algo lento. Recién ahora se están realizando las primeras transacciones
de la primera subasta (Sicad2), aprobada hace casi un mes y medio",
explica Federico Barriga, analista para América Latina en The Economist
Intelligence Unit (EIU).
DEMANDA INFINITA
Aparte de estos problemas de
implementación, el sistema plantea otras dudas. "No hay reglas claras en
las subastas. El Gobierno decide sin ningún criterio a cuánto se está transado el dólar. Tampoco está siendo
muy exitoso porque las industrias venezolanas siguen con problemas de
suministro", agrega Barriga.
Según distintas estimaciones,
el Banco Central necesitaría inyectar entre 30 ó 40 millones de dólares al día para reactivar la
economía (unos 600 millones al mes). Aunque la demanda de dólares en Venezuela
podría llegar a ser infinita. La deuda con todo el sector privado alcanza los 10.000
millones de dólares. Sectores como la telefonía (con Telefónica como principal
afectada), las aerolíneas (Iberia y Air Europa) y la banca (BBVA) tienen
congelados la repatriación de beneficios desde hace varios años. "El gobierno no tiene capacidad para cancelar todas
estas deudas", apunta Barriga.
El caso argentino es menos
extremo, pero a la vez más delicado. Argentina no controla el flujo de divisas
de la soja como lo hace el Gobierno venezolano con la renta petrolera. Tampoco
tiene fondos alternativos de financiación (como el fondo chino-venezolano) o la
capacidad de endeudarse en los mercados internacionales.
Para evitar futuras
complicaciones, Buenos Aires está negociando
con el Fondo Monetario Internacional (FMI) las garantías de una línea de créditos
(el primero después de la crisis en 2001), el cual sería ejecutado por el Banco
Mundial (crédito a países de renta media). Fuentes empresariales afirman que la
deuda con empresas españolas también es un problema latente.
Las mayoría tiene
retenidos sus beneficios de 2013, mientras que los dividendos de 2012 sólo
fueron repatriados por algunas de ellas. La única
opción es utilizar el "contado con liquidación", un tipo de cambio
que depreciaría sus beneficios en un 22,4% (de 7,96 pesos por dólar a 9,75).
Ante esta situación, las empresas agudizan el ingenio. Los bancos BBVA y SCH,
por ejemplo, han optado por invertir parte de sus pesos en el mercado
inmobiliario para aumentar su red comercial o su patrimonio, y otras empresas
dedicadas a la manufactura estudian exportar a otros países del Mercosur más
atractivos.
Al igual que en Venezuela, las
reservas del Banco Central de Argentina se desplomaron en torno a un 40%, hasta
27.700 millones de dólares. Con la devaluación del peso a finales de enero y la
entrada de los dólares de la soja, el Gobierno de Cristina Fernández ha logrado
estabilizar sus niveles y recuperar algo de terreno. Pero no se sabe por cuánto
tiempo.
Los países con los Gobiernos
más populistas de la región han basado su crecimiento económico en la expansión
fiscal y monetaria. Ahora, empiezan a pagar su desajuste económico.
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