(Usain Bolt, con ocho años en Jamaica / Foto: Jaime López)
*este reportaje fue publicado en el suplemento CRÓNICA el 24/08/2008.
SHERWOOD CONTENT (JAMAICA).-- Nueve
de la mañana. Los habitantes de un pequeño parish -parroquia- del noroeste de
Jamaica se congregan en una de sus escuelas. Camisetas del ídolo local se
venden a seis euros, y vasos y gorras por cuatro. Los bancos y mesas de madera
permanecen amontonados al fondo de la sala. Suena un disparo en Pekín. La
locura se desata en la destartalada aula principal de la escuela Waldensia.
Lighting Bolt, el Relámpago de Sherwood, vuelve a batir un récord del mundo
(19,30 segundos), esta vez en 200 metros. Usain Bolt gana su segunda medalla de
oro en China.
Los amigos, vecinos y familiares
reunidos en la escuela natal del velocista llegan al éxtasis. Bailan, y se
abrazan. Bolt, el niño travieso y vago que de pequeño prefería hacer trastadas
con las chicas que dedicarse a entrenar, es el hombre más rápido del mundo: los
100 metros en 9,69 segundos y 42 zancadas. Cerca de 37,15 kilómetros por hora.
Más rápido que un elefante. Su hazaña en Pekín se redobló en la carrera de 400
metros por relevo. El equipo jamaicano, con su estrella a la cabeza, logró la
medalla de oro, y Bolt su tercer récord del mundo en seis días: 37,10 segundos
en 4x100.
El principal pueblo de la pequeña
parroquia natal del Relámpago, Falmouth, está a 14 kilómetros por una carretera
a medio asfaltar, que nunca ha visto pasar un autobús y permanece inundada por
la lluvia durante gran parte del año.
En Sherwood Content ha empezado
una fiesta que culminará en una o dos semanas, cuando regrese a su tierra la
nueva estrella del país. Los pitos, gritos y cánticos son acompañados por música,
reggae por supuesto, mientras un pastor evangélico vocifera por un micrófono:
«Gracias a uno de nosotros [se refiere, claro, a Bolt] Jamaica es conocida en
el mundo por algo bueno, después de tantas cosas malas que se dicen».
País orgulloso y combativo, los
jamaicanos aman todos los deportes, aunque el fútbol, el cricket, y sus
velocistas levantan las mayores pasiones. De las 20 medallas que había ganado
Jamaica en los Juegos Olímpicos de Pekín [el viernes, al cierre de esta
edición], nueve llegaron a toda velocidad.
En Jamaica han nacido Ben
Johnson, Lindford Christie, Donovan Bailey o Asafa Powell. El más grande de
todos es ahora Usain Bolt. Sólo la leyenda de la
música Bob Marley, y Marcus Garvey (1897-1940), el empresario, periodista e ideólogo
del africanismo que intentó desafiar a la poderosa United Fruit Company con su
flota Black Star (Estrella negra), parece que le hacen sombra. Con 22 años
recién cumplidos, Bolt ha rebajado en dos centésimas el récord que desde hace
12 años monopolizaba Ben Johnson, otro niño pobre criado cerca de Falmouth.
Como muchas otras estrellas deportivas del Caribe, Johnson emigró con seis años
a Canadá para buscar las oportunidades que la isla no les puede dar.
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ELIXIR DE LA VELOCIDAD
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«¿El elixir de la alta velocidad?
Eso no existe...», contesta con una carcajada Monica Davis, la abuela materna
de Usain, al finalizar la carrera de 200 metros. «Sólo mira a tu alrededor»,
responde mientras recorre el pequeño campo donde su nieto jugaba al cricket
antes de interesarse en dar zancadas.
Davis se protege con un pequeño
gorro del abrasador sol caribeño. Tiene más de 68 años, pero parece que tuviera
50. De camino a la casa natal de Bolt, Davis recuerda: «Era un niño
hiperactivo, atlético y travieso, pero con una gran humanidad. Siempre estaba
brincando, corriendo... Su padre hasta le llevó a varios especialistas para
comprobar si todo estaba bien. Esta barra, por ejemplo, la estaba saltando todo
el tiempo en lugar de rodearla», dice al pararse en la tienda de abastos del
padre de Usain, Wellesley Bolt, alcalde de este condado.
Sus familiares y vecinos definen
a este genio de la velocidad como una persona «honesta, que ama a todo el
mundo». Es el pequeño de una humilde familia con tres hijos. «Siempre tuvo para
comer y para sus necesidades... Lo que ya es un privilegio en Jamaica», explica
su otra tía, Lilian Bolt, que en dos horas recibe más de 20 llamadas de
felicitación.
Los padres de Bolt, Wellesley y
Jennifer, viven en una casa de cemento a medio pintar. Aunque modesta,
contrasta con las precarias construcciones de madera, cartón, y lata que
salpican las verdes montañas de esta parte de Jamaica. La residencia natal de
Bolt está situada a nueve kilómetros de Falmouth, y a otros seis de su escuela.
Su familia bromea sobre las últimas noticias que han llegado al pueblo:
«Nosotros no sabemos si es su novia o qué... Sólo que mi sobrino la invitó a
visitar Jamaica con él la próxima semana. Siempre ha sido un poco payaso»,
señala su otra tía, Zoe Davis, sobre los rumores de los vecinos y de la prensa
de que la nueva novia de Usain Bolt es la Miss China y la Miss Mundo 2007, Zi
Lin Zhang, a quien conoció en un evento de Puma en Pekín.
En la terraza enrejada de su
casa, la tía materna de Bolt vuelve a explicar al extranjero de acento extraño
el secreto de la alta velocidad de los atletas jamaicanos: «Sólo mira a tu
alrededor, aquí no hay absolutamente nada. Cuando tú tienes que recorrer cinco
kilómetros con bidones para llevar a tu casa agua potable, empiezas a
entenderlo. Igual para ir al supermercado, a la escuela...».
El parish de Trelaway se prepara
para la fiesta de bienvenida. El resto de la isla también. El Gobierno
jamaicano ha prometido asfaltar en los próximos días la carretera que llega la
aldea de Bolt. La idea es que la nueva vía esté lista antes de su llegada a la
capital, Kingston, a más de dos horas y media en coche. Jamaica está formada
principalmente por terreno montañoso y rodeada de una pequeña franja de costa
en el norte, copado por resorts de todo incluido. Falmouth, al noroeste de la
isla, es un puerto colonial, que nació en el siglo XVIII al abrigo de la trata
de esclavos, y de las exportaciones de azúcar y ron.
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5,4 MILLONES AL AÑO
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Éstos son buenos tiempos para los
Bolt. Su padre ya no trabaja como aparcero en la hacienda de café. Desde que
Usain batió su propio récord en los 100 metros lisos y ganó la medalla de oro,
hace siete días, Puma ha vendido más de dos millones de zapatillas doradas. Una
cifra que se multiplicará por cuatro tras la hazaña en los 200 metros lisos.
Bolt gana 5,4 millones de euros
al año; 675.000 de ellos por participar en los seis Gran Prix que componen el
circuito mundial y, el resto, por publicidad: principalmente pagados por la
marca del felino, gran patrocinadora de la selección olímpica jamaicana.
Cada una de las 42 zancadas que
dio durante la carrera reina de velocidad en Pekín vale medio millón de
dólares. Su caché se ha disparado. Ahora cobra 67.500 dólares para competir en
eventos como el circuito de Zúrich, a finales de agosto. Si batiese otra vez el
récord mundial, la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF)
le pagará un premio de 50.000 dólares, un incentivo que no es válido para los
Juegos Olímpicos.
Después de China, Bolt ya tiene
firmada su asistencia a tres nuevas competiciones: la de Zúrich, el 29 de
agosto, y Laussane y Bruselas, el 2 y 5 de septiembre.
Su tía Zoe se levanta del saco de
cemento donde está sentada en la terraza, y señala uno de los árboles que
rodean la casa. «No Burger man», añade entre risas. «Aquí no hay comida rápida,
ni prefabricada. Sólo frutas silvestres».
En su casa no tienen agua
potable, ni líneas de teléfono, pero están bendecidos de otra manera. Ella
apunta con el dedo unas frutas rojas llamadas ackee, algunos cocoteros, palmeras
con plátanos y otras frutas exóticas. «Ésta -dice mientras saca del interior de
la cocina una que llama breadfruit (pan de fruta)- la comemos mucho, hervida
con patatas o acompañado con goldfish», una especie de pescado. «Ésa ha sido la
dieta de Usain durante toda su infancia», añade. Usain Bolt parece que ha
olvidado aquellos consejos maternos, y vive seducido por la comida chatarra.
Celebró su récord mundial en 100 y 200 metros comiendo nuggets de pollo.
En el condado natal de Bolt, los
niños quieren correr para huir de la pobreza. Al otro lado de la carretera,
cerca de la casa donde vivió Usain sus primeros 16 años, tres chiquillos
calientan las piernas flexionándolas contra el pecho, imaginándose que ellos
podrían ser los nuevos ídolos de la isla.
Cuando era pequeño, Usain se
interesó más por el cricket. Era un prometedor lanzador de la bola rápida. Su
porte atlético, que con seis años sobrepasaba en dos cuerpos y tres cabezas a
sus compañeros, no pasó desapercibido para Pablo McNeills, su mentor y
entrenador de atletismo hasta los 16 años. «Él ha hecho tiempos asombrosos
desde los 12 años. Yo nunca le enseñaba el cronómetro para que no se le subiera
a la cabeza», señala McNeills.
(Usain Bolt y Pablo McNeills / Foto: Jaime López)
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SUS GRANDES ENEMIGOS
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Bolt comenzó como corredor de 200
y 400 metros, haciendo grandes registros en campeonatos nacionales y de los
países de la Comunidad del Caribe. En 2002, los campeonatos mundiales Junior de
velocidad fueron en Kingston, Jamaica. Con 15 años, Bolt ganó los 200 metros en
20,61 segundos, convirtiéndose en el campeón más joven de la Historia. En 2003,
se mudó a Kingston, donde David Powel y Daren Warrent le entrenaron en el
Centro de Alta Velocidad.
En las últimas Olimpiadas de
Atenas rompió el registro mundial Junior de 200 metros con una carrera de 19,93,
pero fue eliminado en las primeras rondas de Atenas (2004) después de una
lesión en la rodilla. «Si él no hiciera tantas payasadas, y tuviera más
consciencia podría seguir batiendo fácilmente el récord del mundo hasta dejar
los 100 metros en 9,48 segundos... Es una persona que da el 101% sin
esforzarse», comenta su ex entrenador, que participó en los Juegos Olímpicos de
Tokio (1964) y Ciudad de México (1968).
Pocas personas están tan seguras
en el potencial de Bolt como McNeills; la persona que evitó que su alumno más
juerguista se perdiera por lo malos caminos. McNeills regresaba muchas tardes a
la pista de entrenamiento de la escuela, y tenía que ir en taxi hasta Falmouth
porque Usain Bolt se había escapado para ligar con alguna chica. «Yo le castigaba
con mano dura cada vez que hacía unas de sus muchas travesuras, aunque nunca me
faltó el respeto, es un chico muy educado», relata su ex entrenador, que no ha
visto las carreras de Bolt porque sus ojos están demasiado cansados para ver el
televisor.
McNeills está documentando la
vida de su muchacho, y planea escribir un libro «muy pronto»: The Bolt of
Lightning and Me (Relámpago Bolt y yo). «Él corre para ganar dinero, y para
gastar sus energías. Es un hombre feliz, que sólo piensa en disfrutar y vivir la
vida. Todo se lo toma a broma... Con 22 años ya ha hecho muchas tonterías»,
opina McNeills
En la adolescencia de Bolt, su ex
entrenador le castigaba entrenando hasta las 10 de la noche cada vez que se
escapaba. «El mayor contrincante de Usain Bolt es Usain Bolt», estima McNeills,
mientras recorre las pistas de tierra del instituto William Kinbb donde su
pupilo entrenaba entonces.
El peor año de Bolt fue en 2005,
cuando, a raíz de una lesión en la rodilla, comenzó a vivir una vida
despreocupada de fiestas nocturnas en la capital jamaicana, y hasta se vio
involucrado en un accidente de coche del que salió ileso con un flamante Honda.
«Hay algunos compañeros del equipo (jamaicano) de atletismo que no le están
haciendo ningún bien. Algunos son buenos corredores, pero no fuera de series
como él. Eso lo tiene que saber todo el mundo», explica su ex entrenador, quien
ha recibido decenas de peticiones de padres que quieren que entrene a sus
hijos.
Con 22 años, Usain Bolt tiene un
futuro prometedor. «Sus principales oponentes no son Asafa Powel ni ningún
estadounidense», añade el que fue su entrenador hasta los 16 años. «Los
principales rivales a batir son el dinero, las fiestas, y los coches nuevos...
Los mismos dilemas que tuvo en Kigston».
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