(Una versión de este texto fue publicado en la revista Yo Dona el 15/11/2008)
BARQUISIMETO (VENEZUELA).--- Una gran figura de la Virgen de Coromoto, la patrona
local, adorna la planta inferior de la casa convertida en cuartel político de Marisabel Rodríguez, la ex mujer de Hugo Chávez, quien compite en las próximas elecciones regionales por la alcaldía de Barquisimeto,
su ciudad natal y la cuarta más importante del país, a 270 kilómetros al
suroeste de Caracas.
Rodríguez, de 43 años, y Chávez se separaron en
2002, y desde entonces sus relaciones se han ido enrareciendo cada vez más. El
último desencuentro se produjo cuando ella anunció su decisión de casarse, en
mayo de 2007, con su profesor de tenis Sandro García -del que se ha divorciado
hace apenas unos meses-. «Tú sabrás lo que haces», dijo Chávez cuando le
comunicó sus planes de boda.
«Al Chávez de ahora le tendría que volver a conocer. No tiene muchas
cosas en común con el que amé en el 97. Si no es un dictador, al menos lo
parece», subraya esta mujer de 43 años, que guarda buenos recuerdos de los
primeros tiempos de su relación, pero muchos otros amargos desde el momento en
que el ahora presidente empezó a saborear las mieles del poder.
«Cuando vivía
con él en La Casona (residencia privada del mandatario) no solía dormir a las
horas en que tenía que hacerlo», recuerda Rodríguez sobre los hábitos de
Chávez, adicto al café, duerme poco y a deshoras, y llama a sus
ministros de madrugada para pedirles detalles del último informe. «Hacía
deporte hasta las tres de la mañana, hora a la que llegaba muchas veces.
Entonces yo le daba la cena. Lo rico es que, como nos acostábamos tarde, dormía
hasta las 10 de la mañana», evoca ahora con una sonrisa.
Domingo 28 de septiembre de 2008. 11 A.M. A Marisabel
Rodríguez la odian por igual opositores y chavistas. «Es el drama de vivir en
un país tan polarizado», argumenta. En las principales avenidas de su ciudad,
su foto estampada en los carteles de campaña está tapada con pegotes de
pintura, pintarrajeada y caricaturizada.«Hemos sufrido una guerra sucia por
parte de ambos bandos. Los dos extremos son fundamentalistas, y se han
encargado de montar en Venezuela un apartheid político. La oposición está llena
de figuras que han hecho mucho daño al país. Ellos no quieren apoyar nuevos
movimientos ni líneas alternativas». Sólo Podemos, un partido de izquierda
moderada que secundó al Gobierno hasta el año pasado, apoya su candidatura. Los
demás grupos le han dado la espalda. Según ella, la critican por querer ir por
la calle del medio cuando todo el mundo va por la acera.
Marisabel no tiene muchas opciones en las encuestas,
pero su enorme popularidad puede captar los votos indecisos, y los sondeos
prevén un final ajustado. Compite contra la aspirante del Partido Socialista
(PSUV) de Chávez, Amalia Sáez, y el representante de la oposición, Alfredo
Ramos. Venezuela escogerá el próximo 23 de noviembre a 22 gobernadores y 328
alcaldes, en unas elecciones que reconfigurarán el mapa político regional y
evaluarán la fortaleza de Chávez después de que fracasara en un referéndum para
modificar la Constitución.
Empieza el acto. Rodríguez encabeza una caravana de
una veintena de coches que hará un recorrido de 16 kilómetros por el oeste de
la ciudad, la parte más desfavorecida y el sector duro del chavismo. Se protege
del abrasador sol caribeño con una gorra mientras, subida a una pequeña
furgoneta china, saluda a los vecinos con la mano. Decenas de ellos salen de
sus casas ante el ruido de los altavoces; un himno entre hip hop y reggaeton
que alude a la valentía de esta mujer. Ella nunca baja de la parte de atrás de
la pick-up, y se refresca del tórrido calor con agua Evian. Algunos miran desde
los barrotes que protegen su precaria casa de cemento y techo de zinc, y
recogen los afiches de campaña que reparten sus colaboradores. Otros muestran
menos interés, gritan «¡Viva Chávez!», y se pasan la mano por el cuello para
ilustrar sus pocas opciones de triunfo.
Martes 30 de septiembre. 12 A.M. Marisabel Rodríguez
nos recibe en su casa, ubicada en una urbanización de clase media llamada
Valparaíso. Es una casa modesta, sin estridencias ni lujos, llena de plantas.
Decenas de cuadros con fotos suyas adornan la sala de estar. Algunas son
antiguas, de hace 10 años, cuando su silueta era mucho más estilizada y llegó a
ser la madrina de los Cardenales de Lara, el equipo de béisbol de la ciudad.Su
madre, Carmen Isabel Oropeza, hace arepas -una especie de pan hecho con harina
de maíz- en la cocina, y prepara té frío para combatir el calor sofocante. Más
tarde, llega su hijo mayor, Raúl, de 17 años, fruto de una relación con un
deportista. «Se ha graduado como bachiller, y ahora empieza la universidad»,
comenta con orgullo. De Hugo Chávez sólo hay dos fotos. La primera, en la que
abraza a su hija Rosinés, está firmada con una dedicatoria.La otra se tomó
cuando fue investido como presidente de Venezuela, en 1998, tras el desfile de
la pareja en un descapotable por las calles de Caracas.
Los cinco años de
matrimonio entre ambos siempre estuvieron marcados por dos cosas, la niña que
tuvieron juntos y la política. Como resume la biografía de Alberto Garrido y
Cristina Marcano, Hugo Chávez sin Uniforme: «Si un embarazo en medio de una
historia es importante, en medio de una campaña electoral puede ser
trascendental».
La pareja se conoció en 1996 y en las Navidades de
1997, cuando Rosinés contaba ya con dos meses, dieron el Sí quiero, en lo que
eran segundas nupcias para los dos. Chávez, un ex teniente coronel de
paracaidistas preso durante dos años por comandar un golpe de estado, estaba
inmerso en la carrera hacia la presidencia.Y una mujer rubia, blanca y de ojos
azules, que acudía de la mano de su marido a todos los actos, fortalecía un
proyecto político del que recelaban las clases media y alta. «Podía ser la
complementación a su rudeza», ironiza Marisabel al recordar los primeros años
de su matrimonio. En 1998, cuando Chávez ya era presidente, la popularidad de
ambos rozaba las nubes. Eran una versión caribeña de Perón y Evita. Incluso
Marisabel se cambió su peinado para parecerse a la esposa del mandatario
argentino.
«Puse mi granito de arena en la campaña de 1998, como esposa mi
labor era ayudar a mi marido. Aunque si llego a saber que ese trabajo fue la
semilla de lo que tenemos hoy, no hubiera puesto ni una gota del sudor de mi
frente», responde esta periodista de formación y profesión, que trabajó en
periódicos y radios regionales antes de casarse con el gobernante.
Marisabel nos presenta a su hija, Rosinés, que
estudia en un colegio bilingüe y ama los animales. Su perro, un enorme mucuchíe
de los andes venezolanos, se llama Nevado, como el de Simón Bolívar, el héroe
independentista que Chávez usa en sus extensos discursos. Marisabel lleva muy mal la verborrea televisiva de su ex
marido, un mandatario que habla entre dos y tres horas diarias y cuenta
numerosas anécdotas de su vida privada. El 13 de febrero de 2000, el día de los
enamorados, Chávez felicitó a su mujer desde los micrófonos de Aló Presidente:
«¡Esta noche te voy a dar lo tuyo, Marisabel!», bromeó.
Su gesto de reprobación es mayúsculo al recordar las
anécdotas que Chávez cuenta sobre su hija pequeña. A finales del año pasado,
cuando estaba inmerso en el referéndum para aprobar una reforma a la
Constitución, aseguró que había juramentado un batallón socialista infantil
capitaneado por Rosinés. Y en 2005 cambió el escudo de Venezuela porque su hija
le había preguntado por qué el caballo del emblema miraba a la derecha y no
hacia la izquierda. «Me indigno cuando habla de la niña en público. Si estoy
viéndole por televisión me dan ganas de decirle lo mismo que el Rey: '¿Por qué
no te callas?' ¿Cómo vas a utilizar las palabras de una chiquilla inocente para
tus cosas políticas?» La pequeña, añade Marisabel, se divierte con sus amigas y
con los iconos que él critica tanto, como las Barbies o Mickey Mouse.«Mi hija
no anda jugando a las batallas, eso es la falta de infancia de él (Chávez), que
no tuvo niñez.»
El peor año de la pareja fue 2002. También el más
movido y angustioso.Primero, el golpe de estado del 11 de abril, cuando Chávez
permaneció retenido durante dos días en la isla de La Orchila y Marisabel llamó
a la CNN para denunciar que su marido no había renunciado en su cargo y estaba
secuestrado por militares. Luego, el regreso al poder. Su seguridad privada se
redobló; entraron más cubanos en el círculo presidencial y se mudó
definitivamente a vivir al Palacio de Miraflores, donde Marisabel no tenía
acceso. «En junio de 2002, cuando empecé a ver las primeras arbitrariedades, me
vine a Barquisimeto», relata al recordar cómo la obsesión de su marido por el
trabajo y el poder se hizo más fuerte que su interés por su matrimonio.
«Incluso tuve que inscribir a mi hija en un colegio premilitar porque los niños
de la escuela privada hacían llorar a Rosinés, diciéndole que su padre era un
asesino.»
JUEVES. 2 de octubre. 6 P.M. Comienza a atardecer.
Marisabel está en la avenida Vargas, una de las principales arterias,
convertida en zona roja llena de hostales baratos, bares, y prostitutas.Sus
asesores llaman al acto Caminata, cuenta conmigo porque la candidata a
alcaldesa acude a hablar con los vecinos para escuchar sus preocupaciones. Al
final, los problemas municipales son lo de menos. Unos borrachos, apostados en
una esquina, la increpan.Ella aguanta pacientemente y apela a las buenas
maneras: «Todo el mundo tiene derecho a discrepar», dice para zafarse de los
groseros comentarios. La gente que se acerca parece más interesada en su pasado
matrimonial que en debatir su programa electoral. Dos mujeres de tez negra y bocas
desdentadas se animan a saludarla: «¿Cómo te fue con ese hombre?, no sé cómo le
aguantaste», dicen entre carcajadas. Marisabel exhibe una sonrisa, está acostumbrada a todo tipo de
comentarios sobre su ex marido o su pasado. Un pasado al que, de algún modo, se
enfrenta en estas elecciones.
SÁBADO. 4 de noviembre. 12 A.M. Rosinés celebra su
cumpleaños junto a otras 15 amigas en la granja La Esperanza, situada a media
hora de Barquisimeto. Ritmos de reggeaton y salsa amenizan la velada. Es una
finca llena de perros -hay más de 20-, cerdos y caballos, que ocupa varias
miles de hectáreas. Cuenta con un helipuerto para que aterrice la aeronave de
Chávez, pero hoy está ocupado con la campaña electoral y no tiene previsto
visitar a su hija. Rosinés lo sabe, aunque una pequeña sonrisa traduce sin
palabras lo mucho que quiere al presidente de la República.
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