(Una versión de este texto fue publicado en el diario El Mundo el 11/10/2009 / Foto: AFP)
CARACAS.-- Después de 14 años de duro trabajo, Iker Castillo construyó la posada de sus sueños en el pueblo costero de Chichiriviche, en pleno parque nacional de Morrocoy (Venezuela). También levantó una amplia churuata (edificación indígena), que utiliza de comedor para servir la cena. Pero este verano, los cortes de suministro de luz han sido frecuentes y ha tenido que comprar, junto a otros comerciantes vecinos, un generador de electricidad para no dejar a sus comensales a oscuras. «Los meses de verano han sido un desastre, la luz se fue de media dos veces a las semana», señala este inmigrante español, con siete hijos, nacido en el pueblo fronterizo de Irún.
Desde
que el presidente Hugo Chávez nacionalizó la industria eléctrica en 2007, el
país petrolero vive decenas de cortes de energía, que sumen en la oscuridad a
la mayor parte del territorio durante horas. En abril, septiembre y octubre de
2008, Venezuela registró tres inéditos apagones que generaron el caos en
Caracas -la capital nunca había sufrido cortes de luz en los últimos años- y en
otras regiones del país. En agosto de este año, una sobrecarga de las líneas de
alta tensión que salen de las gigantescas plantas hidroeléctricas del sur del
país apagó la luz en siete estados. Y, en septiembre, una baja generalizada de
tensión volvió a interrumpir brevemente el suministro en varias regiones.
La
recién creada Corporación Eléctrica (Corpoelec), encargada de unificar a las 14
empresas eléctricas estatalizadas por Chávez, lanzó a principios de año un plan
de emergencia de 170 millones de euros y empezó a racionar el suministro de luz
en las zonas donde se detectan sobrecargas, para evitar que afectara a todo el
servicio.
«El sector afronta graves problemas de inversión desde hace
muchísimos años. Las plantas de generación eléctrica que se encargaban de
sustentar los niveles de carga en las horas de mayor consumo se han deteriorado
por falta de mantenimiento, y nuestra dependencia hacia la energía
hidroeléctrica del Guri aumentó hasta un 80%», señala Braulio Cirrillo, secretario
general de Fetraelec, el sindicato que agrupa a los 33.000 trabajadores del
sector.
La
represa del Guri, situada en el Río Caroní -a escasos 100 kilómetros de la
desembocadura del Orinoco-, es una faraónica obra de ingeniería de los años 70
y 80, que sólo tiene parangón con la de Itaipú -entre Brasil y Paraguay- y la
de las Tres Gargantas en China. Sus dos salas de máquinas, de 10 unidades
generadoras cada una, suministran electricidad a toda Venezuela mediante un
sistema interconectado que cubre todo el territorio nacional. También alimenta
al norte de Brasil y al sureste de Colombia.
La capacidad total instalada en
Venezuela es de 23.500 megavatios, de los cuales cerca del 80% (19.900
megavatios) son hidroeléctricos, y el 20% (5.300 megavatios) son térmicos. Por
la ubicación de las represas, especialmente la del Gurí, el país petrolero
necesita largos sistemas troncales de transmisión para llevar la electricidad
hacia el norte y noroeste del país, por lo que una falla en estas instalaciones
afecta a todo el sistema.
La
falta de mantenimiento de estas líneas de transmisión y distribución, sumado a
un consumo voraz -que ha crecido entre un 8% y un 4% anual- y a la menor
capacidad de generación de las plantas tiñeron de rojo muchas regiones del
país, con un déficit de entre el 3% y el 4%. La central eléctrica Josefa
Camejo, en el occidente de Venezuela -una de las zonas más afectadas-, es el
mejor ejemplo de lo que ocurre: de los 300 megavatios instalados, sólo tiene
capacidad efectiva para 90. De acuerdo con el último informe de la patronal de
empresas eléctricas, las desatendidas plantas térmicas que posee Venezuela
consumieron 62 millones de barriles de petróleo en 2007, con una eficiencia
térmica calculada del 29%. En Europa, por ejemplo, la eficiencia ronda el 40 %.
El
clima tampoco ayuda. La ola de calor y los contados aguaceros caídos durante la
estación de lluvias -que está a punto de culminar- aumentó los picos de demanda
por el uso del aire acondicionado. Ahora Hidrocapital también prevé racionamiento
de agua en Caracas y el centro del país porque los embalses están secos. Y los
apagones y los problemas en los servicios básicos han sido utilizados por la
oposición venezolana para atacar la política de nacionalizaciones de Chávez, a
quien critican por la ineficiencia y corrupción que envuelven su Gobierno.
Ante
esta situación, el general Hipólito Izquierdo, que preside Corpoelec, el
conglomerado que engloba desde la antigua filial de Verizon en Caracas hasta
las plantas termoeléctricas de Repsol en el interior del país, anunció un
ambicioso plan de inversiones de 7.100 millones de dólares (4.826 euros) para
agregar al parque un total de 10.000 megavatios hasta 2014. En 2008, Corpoelec
aumentó su capacidad en un 3,8%, y este año está previsto agregar otros 3.000
megavatios, aunque hasta la fecha sólo se han ejecutado 800.
Sin
embargo, estos esfuerzos son todavía insuficientes por el significativo aumento
del consumo. La tarifa eléctrica venezolana es una de las más baratas de la
región y su precio ha permanecido congelado desde la última década, lo que
también contribuyó a la falta de inversión en el sector.
En
este río revuelto pescaron las empresas españolas, convirtiendo al sector
energético -tanto eléctrico como petrolero- en uno de los pilares de la
relación económica entre Venezuela y España. En lo que va de año, tres empresas
-Iberdrola, Duro Felguera y Elecnor- lograron contratos por 3.021 millones de
euros para construir plantas termoeléctricas, llave en mano, con las que
aliviar este déficit del suministro de luz.
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Un plan de de ahorro para hipermercados,
ministerios y ciudadanos poco concienciados
El general Hipólito Izquierdo, el militar que preside la
recién creada Corporación Eléctrica (Corpoelec), opina que no hay un buen uso
de la energía en Venezuela, un país petrolero donde la mayoría de la gente roba
la luz de los postes de alta tensión, el tanque de gasolina para el coche
cuesta tres bolívares (un euro), y la tarifa eléctrica lleva congelada más de
seis años. Para reducir el consumo, el Gobierno venezolano lanzó un peculiar
programa de ahorro de energía a fin de prevenir apagones generalizados.
A
través de convenios con el sector privado, obligará a los grandes centros
comerciales y grandes superficies a tener sus propias plantas de generación,
que entrarán en funcionamiento durante las horas de mayor demanda. Los clientes
que consuman más de 500 kilovatios por hora pagarán un 20% más de electricidad.
El 80% de los suscriptores no se verá afectado, según datos de Corpoelec.
Las
alcaldías, las gobernaciones, los ministerios y los organismos públicos, cuya
factura ha crecido sin amortizaciones, pagarán un 38% más. La burocracia del
Estado, que aumentó desde 900.000 hasta 2,3 millones de funcionarios con el
plan de nacionalizaciones de Chávez, se ha convertido en una gran devoradora de
energía, además de mala pagadora, ya que varias administraciones figuran entre
los principales morosos de la Corporación Eléctrica. Otra medida, seguramente
la más impopular, es cortar por lo sano e interrumpir el suministro de luz en
los sectores donde se detectan cargas para evitar que afecte a todo el
servicio.
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Contratos con 'ñ'
Iberdrola y Elecnor firmaron en julio un contrato con el
gigante estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) para diseñar, construir y poner
en marcha una planta de ciclo combinado. La planta termoeléctrica, que se
llamará Antonio José de Sucre, está ubicada en Cumaná y generará 1.000
megavatios.
El contrato asciende a 1.410 millones de euros. Duro Felguera ganó
en julio la adjudicación de una central térmica de dos grupos de ciclo
combinado para una producción de 1.000 megavatios en el oeste de Caracas. El
contrato asciende a unos 1.470 millones de euros. Electricidad de Caracas (EDC)
también adjudicó a Elecnor la cuatro subestaciones y su interconexión eléctrica
por 141 millones de euros, en Paz Castillo, al sur de Caracas.
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