(Una versión de este texto fue
publicado en el diario El Mundo el 06/09/2008)
CARACAS.-- Marcos Purroy es un director de teatro venezolano que el año pasado quería estrenar una obra satírica llamada Hollywood style. El libreto incluía una improvisación de Javier Valcárcel, quien interpretaba a un travesti cubano que había llegado a Venezuela en un traje-balsa: se había pegado unas gomas al vestido, se lanzó al agua, flotó y así cruzó el Caribe.
Los funcionarios del centro Rómulo Gallegos (Celarg), uno de los complejos culturales más importantes del país, consideraron que el contenido «ofende al pueblo cubano», y obligaron al director a suprimir esta parte.
El caso de Purroy no es el único. El Ministerio de Cultura ha revisado durante este mes los subsidios de 23 agrupaciones de teatro, entre ellas las de siete de las compañías más longevas e importantes del país, como Skena, Duende, Grupo Actoral 80, Theja, Contrajuego, Bagazos y Entretelones. La razón esgrimida por los asesores culturales del Gobierno: «No se financiará a colectivos e individualidades cuyas conductas públicas perniciosas afecten la estabilidad psicológica y emocional colectiva de la población».
Iris Dubs, productora general del Skena, destaca que lo grave no es que el Gobierno se niegue a financiar a grupos de teatro, sino que califiquen al arte como una actividad delictiva. «Este oficio del Ministerio de Cultura permite que el Estado diga que hay agrupaciones de teatro perniciosas. Ahora, puede llegar un funcionario y decir: 'Señores no pueden seguir presentando esta obra porque atenta contra la colectividad'», explica Dubs.
Desde que Hugo Chávez fue elegido presidente en 1998, el Gobierno venezolano ha impulsado una ambiciosa política de nacionalización de empresas extranjeras, que afectó a sectores estratégicos de la economía como las telecomunicaciones, la electricidad o el petrolero. Los espacios públicos y las salas de exposiciones más importantes del país también fueron liberadas del capital y la iniciativa privadas. El museo Sofía Imber, por ejemplo -una de las colecciones de arte contemporáneo más importantes de Latinoamérica-, pasó a formar parte de la nómina del Gobierno en 2006, y su nombre fue cambiado por el del Museo del Arte Contemporáneo.
Héctor Manrique, director del Grupo Actoral 80, explica que en Caracas sólo quedan tres salas de teatro independientes, por lo que el Gobierno tiene capacidad para decidir qué se exhibe en los circuitos de teatro. «El ministerio de Cultura aplica a las instituciones independientes una censura abierta para que no hablen mal del Gobierno, y la primera forma de presión es la financiera», explica.
Dos representantes del Grupo Actoral 80 que dirige Manrique hablaron con funcionarios del Gobierno para saber por qué habían retirado su subsidio. «Les dijeron abiertamente que me sacaran de la junta directiva para que les devolvieran la ayuda», agrega Manrique. Chávez, que como el Che Guevara sueña con ver nacer al «hombre nuevo» en Venezuela, anunció a principios de año la puesta en marcha de una «revolución cultural», que enterrará «la cultura elitesca y burguesa del capitalismo».
«No hay revolución sin cultura revolucionaria y sin conciencia revolucionaria», dijo durante su intervención en el Teatro Teresa Carreño. En este sentido, la primera decisión del Gobierno fue cerrar el Ateneo de Caracas y obligar a esta institución privada con más de 45 años de vida a buscar otra sede.
Su sede la ocupa la nueva Universidad de las Artes (Uneartes), más acorde con la doctrina socialista de Chávez. También impulsó un Plan Revolucionario de Lectura (PRL) en las bibliotecas y centros públicos del país para «reafirmar los valores conducentes a la consolidación del hombre nuevo y la mujer nueva, como base para la construcción de la patria socialista», «desmontar el imaginario del capitalismo» y «recontextualizar la historia».
Entre los nuevos libros que edita y entrega gratuitamente el Ministerio de Cultura destacan ejemplares como El socialismo venezolano y el partido que lo impulsará, escrito por el ministro de Finanzas, Alí Rodríguez, y el vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Alberto Müller Rojas. También hay títulos como ¿Por qué soy chavista?, del ex ministro del Poder Popular para la Cultura, Farruco Sesto, e Ideas cristianas y otros aportes al debate socialista, que reúne extractos de los discursos de Hugo Chávez y argumentan la condición socialista de Jesucristo.
Los libros editados por el Ministerio están divididos por colores: rojos, que comprenden biografías de líderes revolucionarios; verdes que buscan «desmontar el capitalismo a través de lecturas críticas»; naranjas, para aquellos tomos que «consoliden la visión colectiva de la revolución frente al individualismo», y negros; libros de cabecera para los militantes socialistas.
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