(Una versión de este texto fue publicado en el diario El Mundo el 18/10/2007)
Su motivación es más importante como cabeza de familia: buscar leche para
la dieta de sus hijos. Desde primera hora de la mañana, Negrón acude al abasto
más cercano de su casa, en la avenida Libertador, para esperar en una larga
fila la llegada de la nuevas existencias.
"Tenemos calculada la hora exacta a la que viene el camión. Es la
única manera de poder comprar algunos alimentos", asegura esta venezolana
de 43 años, que se comunica con sus vecinas por mensajes de texto para
coordinar cuando llegan los ansiados productos.
"Esta mañana tuve suerte, aunque sólo pude comprar un litro de leche ",
dijo Negrón, porque los puntos de venta limitan la venta de rubros escasos para
evitar compras compulsivas.
En los supermercados, la situación es aún más dramática. A primera vista,
los anaqueles de un gran establecimiento situado en la avenida Rómulo Gallegos
cuenta con exquisitos productos para agasajar a los comensales más sibaritas:
salmón ahumado en el refrigerador, aceite de oliva en los estantes, botellas de
agua Perrier y whisky escocés de 18 años.
Sin embargo, no hay rastro de alimentos básicos como la leche, los
huevos, el azúcar o la carne. "Existen algunos rubros críticos que duran
cerca de media hora en los supermercados", explicó Luís Rodríguez,
director general de la asociación de supermercados (Ansa).
"Vemos a consumidores que hacen filas desde primera hora de la mañana
frente a un establecimiento porque saben quepor orden le tocarán los litros de leche en
existencia", puntualizó. En algunas ocasiones, estas colas finalizan en
pelea o en situaciones aún más dramáticas, con madres que discuten entre ellas
por llevarse a casa algún litro de leche más de lo permitido.
Según datos de la patronal, el abastecimiento de productos básicos de
alimentos en los supermercados venezolanos se ubica entre 70% y 75%. El
fantasma de la escasez se intenta disimular con estanterías rellenas con
alimentos similares, pero mucho más caros, como huevos de codorniz, cortes de
carne exquisitos como el solomillo, o soluciones lácteas para dietas.
La expansión del gasto social promovida por el quinto mayor exportador de
crudo no ha sido acompañada por inversiones privadas para ampliar la capacidad
industrial del país. Esta situación, junto a los controles de precios y de
divisas, genera constantes ciclos de escasez en la lista de alimentos
con precios intervenidos desde 2003.
El presidente venezolano, Hugo Chávez, argumenta que el desabastecimiento
de alimentos es por el aumento del consumo especialmente en familias de bajos
ingresos, que antes comían esporádicamente carne o daban agua de arroz en lugar
de leche a sus hijos.
El mandatario venezolano también culpó a "especuladores, medios de
comunicación y empresarios cuadrados con la oposición y el Imperio (Estados
Unidos) que buscan desestabilizar" al Gobierno mediante planes
subversivos.
Chávez pasó al contraataque a principios de este año, cuando el Ejecutivo
aprobó una "Ley contra especuladores y acaparadores" que incluye
fuertes multas y cierres temporales para los negocios que incumplan los
controles de precios o superen el 'stock' permitido.
Los empresarios agroindustriales sostienen que el precio de los alimentos
intervenidos es irreal y reclaman al gobierno que revise los controles para que
puedan cubrir los costes, incentivar la producción.
Humberto García, catedrático de economía de la Universidad Central de
Venezuela (UCV), dijo a este periódico que Venezuela revive la "maldición
del petróleo", como ya ocurrió durante el primer gobierno de Carlos Andrés
Pérez (1974-1979). "El problema es que los precios no cubren la producción
y las importaciones son entonces mucho más competitivas, lo que está
destruyendo el tejido industrial del país", subrayó García.
La economía venezolana acumula 15 trimestres de crecimiento récord, y
para este año se espera que el aumento del PIB sea de entre 8% y 9%, según
datos oficiales.
Este crecimiento económico, sustentado en los altos precios del petróleo,
se ha traducido en un boom de consumo, en un momento en el que
Chávez pregona una reforma constitucional y la llegada del socialismo después
del 2 de diciembre.
Aunque el líder bolivariano presenta como ejemplo del "hombre
nuevo" al guerrillero argentino Ernesto Che Guevara (1928-1967), los
venezolanos viven una fiesta consumista, similar a la 'Venezuela Saudita' de la
década de los 70 y 80.
Cualquier fin de semana, no hay sitio en los restaurantes más refinados de
Caracas. Los bares y discotecas del este de la capital dispensan semanalmente
cientos y cientos de botellas de whisky Premium importado. Las
cirugías estéticas para implantes de pecho o arreglos faciales aumentaron un
10%, y el parque automotor creció cerca de un 50% durante los nueve primeros
meses, en un país donde la gasolina sin plomo cuesta
97 bolívares el litro (0,04 centavos de dólar).
Pero Chávez está dispuesto a aguar parcialmente la fiesta. A finales de
octubre, el mandatario venezolano aumentó hasta el 70% los impuestos del tabaco
y el alcohol.
"¿Pero qué revolución es ésta? ¿La del whisky? (…) Somos uno de
los países que consume más whisky per cápita del mundo. Eso, nos debe
dar vergüenza", señaló Chávez con tono enojado durante uno de sus
programas dominicales Aló Presidente.
"Cadivi -organismo de control de divisas- métele el ojo. Yo no voy a
dar dólares para eso", dijo para prohibir la utilización de dólares
subvencionados para productos de lujo como el whisky, la bebida favorita
de los venezolanos, que deberán pagarla hasta tres veces más cara o resignarse
a beber ron de producción nacional.
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