Mafalda cumple 50 años de reflexión con humor

(Una versión de este texto fue publicado por El Diario de las Américas el 08/04/2014)


Como muchas otras genialidades, Mafalda nació fruto de la casualidad. En 1962, Joaquín Salvador Lavado -más conocido como Quino- recibió el encargo de la firma de electrodomésticos Siam Di Tella para dibujar un anuncio de su nuevo modelo Mansfield.

La única condición era que los nombres de los personajes de esta idílica familia de clase media comenzaran con la M de Mansfield. La niña fue bautizada con el nombre de Mafalda. Pero esta imagen comercial jamás vio la luz. La campaña publicitaria fue desestimada, aunque dos años más tarde, 'Quino' utilizaría su criatura como protagonista de una nueva tira cómica. Desde la primera publicación de 1964, hasta su despedida casi diez años después en 1973, Mafalda acumuló 1.928 viñetas.

A esta niña replicona y deslenguada, le acompañan un variado elenco de personajes infantiles. Todos ellos representan las distintas cualidades humanas y políticas de cualquier sociedad: la conservadora Susanita; el vago Felipe; el bruto pero trabajador y capitalista Manolito; el rebelde Guille y Miguelito, un autoritario con ínfulas de dictador.

Aunque sus preguntas y preocupaciones son universales y guardan su vigencia en el tiempo; Mafalfa fue dibujada en la década de los 60: el bullir del pastor Martin Luther King y su sueño; John F. Kennedy y su política más pacifista; los Beatles y sus canciones de paz/amor impregnan de referencias las viñetas del cómic. Pero también las guerras de Corea en los 50 y la de Vietnam influyeron a esta niña animada de seis años, obsesionada con el globo terráqueo y que en ocasiones quería "parar el mundo, para bajarse" de él.

Quino dibujó a Mafalda para las revistas argentinas Primera Plana, El Mundo y Siete Días Ilustrados. Y lo hacía de una manera casi obsesiva. Cuando un lector le criticó por no saber retratar todos los rasgos que rodean a un torero y su toro, el dibujante argentino se volvió incluso más escrupuloso. En ocasiones, visitaba carnicerías para luego poder dibujar todos los detalles de una máquina de cortar fiambre o las distintas mercancías del almacén de "Don Manolo".

La tira tuvo dos únicas faltas de ortografía en toda su historia: echar con h y exige con j. Fue traducida a numerosos idiomas y vendida en una gran cantidad de países. También fue censurada en otros. La España franquista calificó a Mafalda de material "Para Adultos", y retocó algunas viñetas para que aparecieran las banderas de la Falange. En la China comunista fueron suprimidas las tiras que hacían mención al país asiático, mientras que la Cuba de Fidel Castro nunca permitió su distribución porque Mafalda le tildó de cretino en un par de dibujos.

A pesar de sus preocupaciones y reflexiones de adulto, Mafalda no deja de ser una niña. Es feliz con las canciones de los Beatles, se desternilla con El pájaro loco y tiene un postre favorito (los panqueques o tortas) y una comida que detesta: la sopa.

Todos los turistas que visitan Buenos Aires quieren retratarse con ella. Mafalda no se levanta más de medio metro del suelo, pero tiene su propia plaza en Colegiales. También una estatua, en la cual está sentada sobre un banco en la esquina de las calles Chile y Defensa. La figura de Mafalda mira desde el banco hacia la calle Chile, donde a pocos metros, en el número 371, vivió su creador durante los años que dibujó las viñetas.

En 1969, el renombrado ensayista italiano Umberto Eco escribió el prólogo del primer libro de Mafalda editado en Italia. El autor de El Nombre de la Rosa traza una nítida comparación entre los dos personajes del mundo del cómic más famosos de aquella época: Charlie Brown y Mafalda. "Charlie Brown pertenece a un país próspero (EEUU), a una sociedad opulenta a la que trata desesperadamente de integrarse, mendigando solidaridad y felicidad. Mafalda pertenece a un país denso de contrastes sociales que a pesar de todo sí querría integrarla y hacerla feliz, sólo que ella se niega y rechaza todas las ofertas. [...] Charlie Brown seguramente leyó a los revisionistas de Freud y busca la armonía perdida; Mafalda probablemente leyó al Che".

Lo más sorprendente de los cómics de Mafalda son esos giros de un mundo de adultos desde los ojos de una niña insolente y despierta. Nunca sabremos qué hubiera sido de mayor esta mocosa que sólo llegó a cumplir los ocho años, pero ella iba para filósofa o periodista.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2014!!! Un gran artista

maría Sanguino