La Ley de la calle se impone en Argentina

(Una versión de este texto fue publicada en El Diario de las Américas el 10/04/2014)

El fenómeno no sólo sucede en ciudades con altos índices de criminalidad por el narcotráfico, como Rosario, Córdoba y La Plata. También en los barrios de clase alta más vigilados de Buenos Aires, donde vecinos y comerciantes están hastiados de los delincuentes y están dispuestos a impartir su propia justicia: la ley de la calle.

El último caso ocurrió el martes pasado en el exclusivo distrito de Recoleta, en el norte de la capital. Eran las 5:30 p.m. (hora local) y mucha gente disfrutaba del agradable clima otoñal, cuando un motorista arrancó de un tirón el bolso de una señora de más de 65 años. La mujer se aferró a su cartera, cayó al suelo y fue arrastrada varios metros por la moto. Un peatón cercano fue capaz de reaccionar a tiempo y derribar al motorista. El chofer logró escapar, mientras que su acompañante fue reducido por varios vecinos.Ya con el asaltante en el suelo, otras personas se unieron al linchamiento propinándole patadas y puñetazos en la cara y otras partes del cuerdo.

Una policía reaccionó a tiempo y logró amansar a las fieras. Detuvo al delincuente, llamó a dos patrullas de apoyo y una ambulancia para contener el tumulto y curar al herido.

La rápida reacción policial enfureció aún más a los vecinos. "¿Dónde está la policía cuando más la necesitas?", increparon algunos ciudadanos a los agentes. La tensa escena refleja el brote de "justicia popular" que atenaza a las instituciones argentinas. En menos de dos semanas se han registrado una docena de linchamientos. En Rosario, el pasado 22 de marzo, murió David Moreyra, un joven de 18 años, luego de robarle el bolso a una mujer y literalmente ser molido a golpes.

Ante la ola de indignación, el gobernador de Buenos Aires (donde se concentra el 40% de la población), Daniel Scioli, declaró el lunes pasado el estado de emergencia, con la promesa de duplicar el patrullaje: 5.000 policías en situación de retiro se volverán a incorporar al servicio contarán con 1.000 vehículos y 30.000 chalecos antibalas.

Los linchamientos y ajusticiamientos no son delitos nuevos en la región. Los tribunales de justicia de Guatemala, Bolivia y Ecuador están acostumbrados a lidiar con estas situaciones, que ocurren con asiduidad en zonas con comunidades indígenas o etnias con costumbres ancestrales para dispensar justicia de manera autónoma. Sin embargo, Argentina no encaja en este patrón de conducta y eso es lo que más preocupa a los académicos y expertos en el tema. El debate político tampoco está ayudando a aminorar este fenómeno. La inseguridad se ha convertido en la mayor preocupación de los argentinos por delante de la inflación y el empleo, según numerosas encuestas. Y los políticos han caído en un banal cruce de declaraciones en el camino hacia las elecciones presidenciales de 2015.

El opositor y alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, aseguró la semana pasada que estaba más tranquilo desde que una de sus hijas se fue a vivir a Estados Unidos, mientras que el diputado peronista de la oposición, Sergio Massa, le respondió que él prefiere educar a sus hijos en Argentina y no enviarlos al extranjero.

La presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, también habló el lunes del problema en una cadena nacional retransmitida de manera obligatoria en radio y televisión. Aunque lo hizo con su particular estilo y dialéctica. Evitó pronunciar la palabra "linchamiento", e hizo un llamado a no regresar a la época de las cavernas. "Una de las cosas que nos distingue del reino animal es poder hablar, aunque algunos no parezcan, pero bueno, porque hablan (sic)", señaló la presidenta.

La espiral de palizas a delincuentes de poca monta ha llegado hasta los oídos de la Santa Sede. En una misiva dirigida a dos argentinos que le contactaron vía Facebook, el papa Francisco contestó: "Me dolió la escena. Fuenteovejuna, me dije. Sentía las patadas en el alma. No era un marciano, era un muchacho de nuestro pueblo; es verdad, un delincuente. Y me acordé de Jesús.¿Qué diría si estuviera de árbitro allí? El que esté sin pecado que dé la primera patada".

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