(texto publicado en el diario El Mundo el 20 de noviembre de 2006)
CARACAS.- Todas las revoluciones de la Historia han tenido su sujeto. En la rusa, fueron los trabajadores; en la china, los campesinos, ¿y en la bolivariana? «Esta revolución es la de los excluidos. De ese 70% de población que antes no existía para los gobernantes», explica un
funcionario, mientras enumera las mejoras introducidas en las zonas más pobres del país.
En Cotiza, uno de los barrios marginales del oeste de Caracas, un gran cartel reza: «Gracias presidente Chávez por esta vivienda digna». Unos metros más allá, se alzan un centro sanitario de la Misión Barrio Adentro, un comedor para gente sin recursos y el supermercado Mercal, con precios hasta un 30% por debajo de la media.
Desde la creación de la primera misión hace tres años, este sistema de «inclusión social» ha recibido unos 11.000 millones de euros, y las mejoras en sanidad, lucha contra el hambre y la pobreza ya se reflejan en los informes de la ONU.
«Los 8.000 puntos de asistencia primaria de Barrio Adentro han universalizado la sanidad en el país. Su cobertura incluye a los 17,2 millones de personas que antes no podían pagarse un médico [de una población de 26 millones] y su incidencia sobre la mortalidad infantil o las enfermedades crónicas es evidente», explica Renta Guzmao, representante de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Caracas.
El último estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) también destaca, con datos de 2004, los avances realizados y las «expectativas» del informe 2007 son aún mejores.
Actualmente, el Gobierno venezolano desarrolla 19 misiones para cubrir todo tipo de necesidades; desde educación infantil con guarderías llamadas Simoncitos, ayudas económicas a amas de casa pobres o un planes de reforestación.
Últimamente, el presidente Chávez ha anunciado algunas tan novedosas como la Misión Lectura, que acercará los libros de texto a niños y jóvenes, o la Misión Alma Mater, para universitarios. Apoyados en el alto precio del crudo -Venezuela es el quinto exportador de petróleo-, los presupuestos generales de 2007 dedican una partida ordinaria a las misiones de más de 2.000 millones de dólares (1.560 millones de euros), a la que hay que sumar otros fondos extraordinarios.
Cuando la oposición acusa de regalar las migajas -Venezuela ingresa 90 millones de dólares diarios-, Chávez recuerda la «deuda histórica» contraída por los partidos anteriores durante 40 años y denuncia el «sabotaje petrolero» de la antigua PDVSA (Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima) y cómo los «escuálidos» se las ingeniaron para retrasar sus planes revolucionarios.
Sin embargo, más allá de la confrontación política, la mayoría de venezolanos rechaza la gestión del Gobierno bolivariano en distintos aspectos: inseguridad, 82%; uso de la fuerza policial, 79,8%; lucha contra la corrupción, 68,4%; empleo, 60%, según la empresa Datanálisis. Además, los problemas diarios de la gente poco tienen que ver con guerras antiimperialistas y asimétricas.
Los mismos beneficiarios de las misiones hablan del tiroteo de casi dos horas de la noche anterior, de ese familiar muerto por el hampa, del desempleo, de lo caro que se ha vuelto el país... «Las peores noches son las de lluvia», cuenta Liliana G., una joven que vive en La Guaira, capital del estado de Vargas.
«Muchas personas salen de sus ranchos por miedo a más derrumbes. La gente todavía se acuerda de la tragedia de 1999 [cuando fallecieron más de 50.000 personas por los deslaves de tierra]», puntualiza.
En el centro de Caracas, donde se sitúan la mayoría de ministerios, decenas de personas se arremolinan a las puertas de los edificios oficiales. Algunas de las familias damnificadas por la tragedia de Vargas acuden por enésima vez a las puertas del Ministerio del Hábitat y Vivienda para reclamar su casa. Cientos de buhoneros, vendedores ilegales de la calle, marchan hacia el Palacio de Miraflores para exigir una solución a su situación laboral. Y así jóvenes solicitando trabajo y ex empleados reclamando sus pensiones laborales...
«Cada día, se producen 30 protestas de media», explica Óscar Schémel, analista de Hinterlaces. «Las promesas incumplidas y la falta de resultados están socavando la popularidad de Chávez. Sin embargo, la gente no percibe otra alternativa. No les gusta el presente, pero no quieren volver al pasado», puntualiza.
La guerra de cifras entre los distintos estudios de opinión es un reflejo de la polarización política del país. Los más confiables dan al presidente venezolano entre el 50% y el 55% de los votos en las elecciones presidenciales del próximo 3 de diciembre, mientras que entre un 30% y un 35% de la población apoyaría a Manuel Rosales.
¿Cuál es la receta secreta de Hugo Chávez para que su figura tenga este respaldo popular después de ocho años en el poder? «Su forma de gobernar. Él nunca tiene la culpa de los problemas de Venezuela, siempre son sus colaboradores», explica un diplomático europeo.
Chávez habla al pueblo a través de largos discursos televisivos, arenga a sus subordinados en mítines cuando meten la pata y cambia asiduamente a los ministros durante su programa dominical Aló Presidente.
«Chávez no es un líder político, es un predicador. Un presidente que se sustenta sobre bases sentimentales y promesas al sector más pobres de la población», puntualiza el diplomático.
En el oeste de la capital, una zona al 100% chavista, la gente que pasea por la calle explica su fe ciega en el presidente y, cuando preguntas por qué votan por él, responden: «Chávez está haciendo muchas cosas buenas. El problema es la gente de su alrededor... Sólo roban. El año que viene, debería echarlos a todos», resume sonriente una mujer de unos 50 años que sale del mercado.
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