De cuando Aldolf Hitler vivió en América Latina

(Una versión de este texto fue publicado por El Diario de las Américas el 15/03/2014)


Lo primero que dice el periodista y escritor Abel Basti, autor de cinco libros sobre la huída de destacados nazis a América Latina, es que no puede contar dónde fue enterrado Adolfo Hitler en Paraguay, el 5 de febrero de 1971. "Tengo un acuerdo de confidencialidad con varios testigos", dice el autor argentino en un entrevista telefónica con DIARIO LAS AMÉRICAS. 

Basti está promocionando su nuevo libro de la Editorial Planeta, Tras los pasos de Hitler, una investigación sobre la huída del Fürher a Brasil, Argentina y Paraguay tras desencadenar la mayor matanza del siglo XX en Europa. 

De esta forma, el escritor argentino radicado en Bariloche, al sur del país, intenta desafiar la historia oficial, aunque le tilden de loco. "Llevo 20 años investigando y reuniendo pruebas sobre el tema", explica el autor. 

Cuando Basti escuchó las primeras historias de nazis en Bariloche no las creyó. Le decían que la ciudad era "una cueva de nazis". Pero pronto pasó del "escepticismo a la duda, y de la duda a la certeza". "Hoy tengo la certeza que estoy fue así. Ojalá pueda generar la duda a través de estas pruebas", dice sobre su reciente publicación. 

Con el objetivo de desvelar una "trama de complicidades" entre Estados Unidos y los nazis, capaz de tejer una de las "mayores mentiras de la Historia", el escritor defiende que Hitler no se voló la sien con una pistola en un búnker de Berlín en 1945. 

En realidad -y según su documentación- el dictador alemán escapó a España en un avión y abordó un submarino rumbo a América Latina. 

En 1945, Hitler se instaló en la hacienda San Ramón, a unos 15 kilómetros de Bariloche, bajo la conveniencia del expresidente, Juan Domingo Perón. 

En 1955, cuando Perón fue sacado del poder, el autor sostiene que muchos nazis de Argentina huyeron hacia países vecinos, principalmente a Paraguay, donde el dictador militar Alfredo Stroessner -de ascendencia alemana- estuvo en el poder 35 años y era un simpatizante del nazismo. 

Según el escritor, las principales agencias de inteligencia del mundo, como la CIA y el FBI, y el MI6 británico, contaban con informes y fotografías que confirmaban la presencia de Hitler en Suramérica después de 1945. 

"Hay un documento especialmente llamativo de la CIA que se incluye una fotografía de Hitler. En el dossier se detalla cómo se obtuvo el positivo y negativo de la foto. 

Son expedientes muy largos, pero todos fueron desestimados y no se continuó la investigación porque -según los superiores- Hitler ya había muerto en 1945", indica Basti. "A finales de los 60 y principios de los 70, muchas agencias de inteligencia siguieron dedicando muchos recursos y agentes para investigar el paradero de Hitler y otros altos cargos nazis en América Latina, principalmente en Argentina y Paraguay". 

De esa evidencia investigativa, el escritor deduce otra interrogante clave: "¿Qué sentido tiene dedicar tal cantidad de gente trabajando en este tema si Hitler ya había muerto en 1945?" 

El autor también recoge 30 testimonios de personas, algunas de ellas todavía vivas, quienes trabajaron con Hitler en Argentina o le vieron divertirse en fiestas sociales en Paraguay a las cuales asistía gracias a sus contactos en el Gobierno de Stroessner. 

También entrevista a una de las "catadoras" de comida quien se aseguraba de que la comida del Fúrher no estuviese envenenada. Y el testimonio de Ángela Soriani, la sobrina de la cocinera de Hitler, Carmen Torrentegui, durante los años que pasó en la finca de Bariloche, en Argentina. 

Puede que la principal prueba para desentrañar este embrollo, sugiere Basti, sea el "féretro que contendría los supuestos restos de Hitler", sepultado en un antiguo búnker subterráneo en Paraguay. 

Según el autor, la entrada a dicho refugio subterráneo estaba resguardada por un antiguo club alemán. La cervecería fue luego demolida y se construyó sobre su planta un hotel de lujo. 

"El búnker es imposible hacerlo desaparecer; tiene un tamaño considerable, ascensores, red eléctrica y buenas instalaciones... Otra cosa es el ataúd", concluye.

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